Tuesday, June 17, 2008

La cacería de Cerebro de Vaca

(Aquí Al-varito Cerebro de Vaca, el de barba de candado, inclinado ante la reina del Bajío)


Han pasado tantas cosas estos días, cosas tan especiales que han hecho palpitar mi corazón con la alegría de una niña que elige entre docenas de vestidos aquél, el especial, con el que la noche de su formal presencia en sociedad la volverá epicentro de los ires y los decires, de los halagos y las palabras especiales, que harán a su vez de ésa, su noche, una de las más maravillosas, y especiales, entre sus pasos por esta tierra gloriosa, Liónguanajuato, que alguien en una novela que nunca terminé de leer llamó: "lugar donde confunden lo grandote con lo grandioso"; ¿o era al revés? No importa.

A quién le va a importar cuando mi corazón ha latido como la jovenzuela que no hace mucho he sido, con el espíritu ninfomaniaco que aún me verifica, y cuyo rostro de nariz sashida, deformada en el cristal de esta copa que no deja de llenarse y vaciarse con más y más gray goose, me hace suspirar de un modo tan pero tan especial.

Los días pasados, contaba, fui invitada por mi adorado lord Cerebro de Vaca a una temeraria aventura. Ni más ni menos que a un evento de la más noble entre las emociones con que puede favorecer el destino a quien por sus arterias corre sangre azul. Pero azul del mismo que lleva el emblema de nuestro real, plutócrata, hitleriano, católico, y de closets siempre bien resguardados, para que la ropa sucia siempre se siga lavando en casa, bajo siete llaves, partido. Ése, el mismo que desde los inexorables designios celestiales, ha sido tocado por el dedo de DIOS: el PARTIDO ACCIÖN NACIONAL.

¿Qué aventura temeraría es ésa, se preguntará sin duda un sucio, una sucia, alguien que no pertenece a nuestra estirpe? Pues yo, si me dignara siquiera responderle diría: ni más ni menos que el sublime y eutrapélico afán de coger las armas y los rocines motorizados para, con un ejército muy bien uniformado de la guardia real, lanzarse los nobles que somos a cazar criaturas de esas clasificadas por Lineo Bribiesca, el taxonomista real, como especies nacas.

Si vieran qué asco me dio al aproximarnos a la mal llamada colonia Las Arboledas. ¿A dónde está el bosque? Preguntábame yo luego de cruzar la muralla que separa ese territorio salvaje del paraíso mediano que es la colonia León Moderno, cuyos nobles moradores, obligada estoy a decirlo y honrarlo, hicieron muy, pero muy bien con levantar ese muro, que ya transita las décadas, en el noble propósito de alejar a seres tan horribles y, oh asco mío, tan morenos como son las criaturas nacas.

Iba yo, contaba, al lado de Cerebro de Vaca, quien vestía una armadura de pies a cabeza, con pañal incluido, pues es de todos sabido cómo reacciona Cerebro de Vaca en situaciones críticas. Su sentido de precaución me conmovió, lo confieso. Iba yo, contaba, con la emoción a flor de piel.

Entramos quince minutos después que los de la guardia real y apenas Al-varito, hijo de la noble y majestuosa Mujiente, fue advertido a través de un informe radial que ya todo estaba controlado.

-¿Y por qué no te hablan al treo que acabo de regalarte, querido Al-varito?

-El deber me obliga, y yo he de sacrificarme por él, Usía Ilustrísima, Su Majestad cuyas suelas mi bovina lengua lame sin cansancio.

-Oh, noble hijo de la Mujiente, en tus palabras reconozco tu casta. Vayamos pues, retemos al destino.

Avanzamos cubiertos por el enjambre de la guardia real que, habré de decirlo, se veían tan monos en esos uniformes nuevos cuyo colorido bien eligió la olorosa esposa de nuestro casi mudo alcalde, mi duendecillo.

Avanzamos, contaba yo, entre el panorama de casas pequeñísimas, mal pintadas, que parecían como cavernas. Casas espantosas, nidos de ratas, hogares de entidades demoniacas y aviesas como las que asomaban sus deformes cuerpos anti-fitness por puertas y ventanas. Casas de infonavit donde increiblemente la vida subsistía.

Debimos ponernos las mascarillas cuando la peste a pobreza se hizo insoportable.

Avanzamos por calles llenas de agujeros como abismos que ponían en entredicho la suspensión de mi rolls.

Al fin nos detuvimos. La guardia real puso ante nosotros a varias de las presas capturadas que seguían retorciéndose pese a los grilletes, los toletazos, los escupitajos, las cadenas, los puntapiés, los ya estatequietohijodetureputamadre.

Al-varito temblaba al bajar de la blindada carroza real.

-Por fortuna el pañal funciona- me dijo con alegría dubitante.

-Lo sé, hijo mío, el más pequeño de mis hijos.

-Ahora cumplamos nuestra tarea- agregó lord Cerebro de Vaca.

Empuñé mi instrumento y él, el suyo. Conforme subían a las bestías a la patrulla, dábamos nuestro veredicto y el golpe que más de una vez les sacó, como se dice en el lenguaje de las especies nacas, chipote con sangre, con abundante sangre. El frenesí de Al-varito aumentaba con ese flujo extraña, intensamente rojo a pesar de la noche.

-Este es marihuano. Toma pinche bestia apestosa...

-No mamar. Este tiene facha de vender droga. Toma maldito asesino de nuestra juventud inocente y bonita del Cumbres...

-Este como negra tiene la piel... y hasta un tatuaje. No mamar. Tiene que ser el ladrón que se llevó los dos litros de leche el otro día de la panadería El Globo, jodete y sangra pinche simio...

-Este tiene cara de judio. Debe ser el que compra las joyas robadas. Para que aprendas marrano vil. Toma...

-Este, ay qué asco, ya se le abrió la cabeza y como que son sesos. ¿No? Toma, seas lo que haigas sido...

En eso estábamos cuando de entre las filas de la guardia real se coló, nadie supo cómo, la figura avenjetada de una hembra de la espece naca que gritaba: "ya no le peguen a m'ijito. Si él nomás iba a comprar un litro de liconsa y no hace nada, no hizo nada, si acaba d'irse, por lo que más quieran jefecitos, si..."

-Toma.

El golpe de Al-varito aplacó sus alaridos. Además, ella, la sucia criatura de la llamada especie naca por Lineo Bribiesca Sahagún, casi me roza con sus sucias extremidades.

Después de que el cuerpo de la criatura fue arrojado junto a los otros en el interior de la patrulla, decidimos que nos habíamos cansado y regresamos a la carroza real.

Las emociones del triunfo de nuestra cacería en la colonia Las Arboledas ameritaban el espumoso descorche. De regreso, la estabilidad burbujeante de nuestras copas se impuso contra las calles llenas de agujeros y lodo, y provocó nuestra risa pues el rolls si rasguños era un augurio favorable.

Decidimos ir además con el alcalde, su olorosa esposa y la virginal de su hija a donde el arzobispo Pepelupe.

-Benditos sean sus esfuerzos por limpiar a nuestra ciudad de la fealdad del crimen- nos dijo.

El amanecer nos encontró en camas azarosas. Al-varito, antes había prometido otra cacería en la agreste y salvaje colonia San Juan Bosco. Pero ésa es otra historia.

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