Sunday, June 1, 2008

Entrevista con el muy culto, iluminador neuronal y gente de las mejores familias lionesas, el nunca bien ponderado articulista Juan Sinarcas

“La carne es buena, nutriente, necesaria; pero no le
podemos dar un bistec al recién nacido porque lo ahogamos”.
Luciano de la Paz, filósofo y amigo de don Juanito Sinarcas.



Luego de leer un inquietante artículo de Don Juanito Sinarcas que sale publicado el domingo más reciente hacia atrás, su servidora decide emperifollarse para hacer una visita en astral a su autor, no vaya a ser que la edad suya, máxime con el coraje que transpiran sus letras, nos juegue una mala pasada y una tenga entonces que recurrir a la ouija. Ni el Cristo del Cubilete ni la virgen de la luz lo quieran.

Luego de santiguarme y olisquear desde la distancia que se hace entre nariz y entrepierna, me doy cuenta que el calorcito por estos lares ha estragado los aromas desprendidos desde mi sexytanga, ni que decir de las zonas donde mis esbeltos y marmóreos brazos nacen. Así que entre suspiros resignados gasto un octavo del perfumito que me recomendó para estos menesteres la siempre majestuosa esposa del alcalde, y ya está, como nueva tras los cepillazos y el maquillaje. Je je je. Ahora sí entro en trance y me traslado a donde Juan Sinarcas.

-Ay discúlpe Usted, no sabía que lo iba a encontrar relajando el intestino.

-Ayyyy. Ayyyyy. Pero si es usted, mi querida, admirada y bella amiga, alteza real. Ayyyy. Y justo cuando intento desprenderme de las guacamayas cenadas anoche. Ayyyy. Sea tan amable de esperar en mi estudio mientras libro este combate. Ayyyy. Justo acaba de irse el espíritu sacro del padre Vertiz. Hubiera sido una dicha, un gozoso coloquio el habido entre tres de las voces más egregias que han honrado ayyyyy semejante tierra de Dios. Ayyyyy pase, pase usted doña Reina y urgue en ese libro ayyyy Al Pairo, que escribió un noble varón cuya amistad nos honra, pase usted que, quiero señalarlo con la mayor seridad, no demoraré demasiado mi presencia ayyyy

Obedezco. Tras media hora de hojear entre lo del pairo y las enciclopedias adquiridas en puestos de periódicos, de filosofar el por qué del intenso a olor orín de gato si don Juanito no posee ni uno, por fin aparece y luego de besar mi mano acomoda su solemne figura frente a mí, escritorio de por medio.

-Ahora sí, doña Reina, procedamos. He meditado la causa de su visita intempestiva y es advertible que el planteamiento que aquí la trae es sustantivo que hasta la corona usted ha olvidado.

Pálpome con urgencia y rubor. Es cierto. Todo por las prisas.

-Disculpe usted mi falta de etiqueta, don Juan, pero es que he leído el artículo ése donde usted habla de los gordos jotos que se quieren casar en televisión nacional y en la urgencia por la búsqueda de orientación de su parte... En fin, excuse usted mi falta ante uno de mis súbditos más leales. Pero aquí traigo mi cetro. El mismo con el que lo nombré Alto Comendador del Cotillón.

El rostro de gesto sabio de don Juan va de la consternación a la preocupación pasando por el orgullo para quedarse finalmente en el de la preocupación que se enorgullece consternada.

-Cierto, cierto, noble amiga. Como señalo en mi mamotreto "¿A dónde nos encamina Televisa, don Emilio Azcárraga?"

-Sobre esto quiero que usted me hable. Me mueve a inquietud esa grave circunstancia que usted condensa magistralmente, la referida a los peligros que enfrenta nuestra niñez y juventud, siempre ajenas a cuestiones tan inmundas y degeneradas, aunque ahora todo y sobre todo televisa indiquen que ya no tanto, lo cito: "Podremos explicarles lo de la ley pero cuál nuestra orientación al deducir que ellos pueden casarse el amiguito con el amiguito y la amiguita con su amiguita. Por más explicaciones que se les ofrezcan, lo que están viendo en la pantalla y escuchando de labios galileanos, es para ellos convincente, tal vez hasta mayormente que nuestra explicación." Imagínese la kermés del Miraflores, la del Lux, la del Jassá,.. "Carlitos Obregón, ¿aceptas como tu fiel esposo a Betito Plasensia..." Imagine usted que se les ocurra usar el salón de kínder o incluso hasta la capilla, dios nos libre, para la luna de miel.

-Dios nos libre, su alteza, dios nos libre. En efecto, si viera cuánto extraño los programas de Raúl Delasco, ya sólo nos han dejado a Chabelo y las repeticiones de la Chilindrina para enaltecer el ocio dominical. Después, conforme la tarde cae, la pantalla del televisor se convierte en enemiga y verduga de la célula fundamental de la sociedad mexicana: la familia mexicana y católica. ¿Dónde quedaron los valores, jerarquía, escrúpulos y eso que se denomina ética?

-Coincido absolutamente con sus maravillosas palabras. Pero dígame usted don Juanito, si el meollo de su disquisición no es la motivación que hace a un obeso querer bajar de peso, como usted dice que se pretende en ese programa que usted analiza cada domingo, a saber: que la mariconería no va de la mano con las ganas de enflaquecer. ¿Entonces cuál es porque me estoy, como dicen los nacos, los perredistas, los estudiantes de escuela pública, haciendo bolas?

-Mire usted, doña reina, la quintaesencia de mi lucubración no es otra que lo publicado cuando considero lo que acontece en el entramado televisivo, escuche usted, tenga a bien dispensarme esta cortesía...

-Por supuesto, don Juanito, faltaba más. Proceda usted.

-mmrrmmammrrm "Ponderar las conductas equívocas o desajustadas no parece llevarnos al cumplimiento de una profesión que cultive los valores." Prosigo, "Si el morbo del entramado televisivo va a ser darle seguimiento a la relación de dos varones y ponderar su enlace legal, formal, creo que pésimo servicio le harán al pueblo quienes patrocinan y cuanto diseñaron esos domingos de entretenimiento."
Discierne ahora su alteza los porqués de mi ensayo filosófico publicado en mi columna del día del señor.

-Claramente, como el agua prístina de san Antonio que regalan los jesuitas en el Santuario.

-Alabado sea el señor.

-Pero ya para concluir con este intercambio verbal que nos da el favor de su sabiduría y con cuya publicación mostraremos al mundo a uno de los espíritus más preclaros que ha dado León al universo, de la talla de un Carlos Monsiváis o de un Julio Scherer, por decir lo menos, díganos. Estaremos como se cuenta en el programa de Carlos Trejo o en la jot-lain de Madame Zazú, cada vez más cerca del apocalipsis, cree usted, don Juanito que nos acecha la cultura de la muerte.

-La prueba está en los emos. El otro día hasta Bob Esponja apareció caracterizado como tal. ¿A dónde iremos a parar "para darle sabor al caldo", o sea condimentar, la perversidad de esa cultura de la muerte? No dudo que hasta mi admirada Paty Chapoy, cuya presencia en la feria del libro de León goce más incluso que la de mi mentor, el vate Catón, o él mismo inclusive, lleguen a exhibirse con el flequito caído sobre el ojo, los pantalones pegaditos cual malla de bailarín del Bolshoi, con los moñitos rosas, la ropa interior asomando con lúbrica impudicia para provocarnos ideas pecaminosas, ...

-¡Santo Cristo! ¿Y qué aconseja usted para defender los valores, para librarnos de esa visión infernal?

-Lo mismo que señalo en mi columna filosófica, mmrrmmammrrm, concédame una vez más la venia de su atención, su alteza.

-Faltaba más, lance usted desde su alto solio la cascada audaz de su sabiduría.

-mmmrmrrmamrrrm "Meditemos y procedamos en consecuencia por el bien de una sociedad que no ha de permitir la mediatización."

Dicho lo cual don Juanito sugiero un periplo por estas tierras gloriosas del señor, con rumbo a degustar unos caldos de oso allá en la esquina del templo Expiatorio. Para admiración de la plebe que mira asombrada desfilar en astral a la Reina del Bajío prendida del brazo de uno de sus caballeros más plecaros, la frente en alto, aunque muy sudorosa, como se nota en la ropa donde nacen sus esbeltos y marmóreos brazos, muy en alto por haber compartido al mundo, el saber esplendoroso de don Juan Sinarcas Apeztia.







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