Wednesday, June 11, 2008

De como la Genuina Reina del Bajío fue confundida con vulgar Poquianchis




En jirones el alma que en León es siempre el aspecto, hecha una irreconocible piltrafa, con la facha de una estudiante de comunicaciones de la salle que recién va saliendo del antro, tiritando a pesar del calor por los brindis excesivos, la majestad de todos ustedes, luego de ser abandonada por Faffie en un lugar del que quisiera acordarme, llegó en un sucio y proletario bora pintado de verde, esas cosas que llaman taxi, a las puertas del palacio real.

-Sáquese de aquí, pinchi vieja culona -espetome el ahora decapitado y ensabanado guardia tras tocar yo el picaporte.

Por suerte el jefe de mayordomos rondaba en las cercanías. Se acercó al reconocer el tono de mis palabras y por fin pude entrar al palacio.

En la apacible familiaridad de mis aposentos, mandé llamar a las mucamas expertas en maquillaje femenino avantgarde, todas ellas dedicadas en sus ratos libres a montar obras de teatro, y que llevan los apellidos Argote, Castillo, Ibarra, Holzer, entre las más diestras.

Luego de haberme devuelto el magnifico aspecto, les encomendé buscarme el vestido apropiado, la tiara idónea, el perfume que mejor disfrazara mi renuencia al baño. Finalmente, ordené unos chiqueadores y acepté el masaje de lengua en los pies en el que son mucho más hábiles que en el jobi del teatro pero menos que en su maestría para el maquillaje.

Luego de un sueño reparador, llamé al jefe Gorgori de la guardia real y de élite de Guanajuato, el asaz eficiente detective Chowchowell Arenas. Mi maestro en años pasados en el sublime arte que tantos placeres dispensara a mi ancestro Calígula. (¿Nota usted, por cierto, cuál es la caricatura?)

-Chowchowell, mi faldero fiel, necesito una vez más que me demuestres tu fidelidad. Tú que siempre has respondido como un caniche a mis exigencias, tu que al menor chasquido de mis ensortijados dedos saltas con mayor alegría que el chihuahua de Britney, presto siempre a satisfacer mis exigencias, así como lo hacía tu madre, mi añorada costurera, cuya mirada se estremecía igual que la tuya al penduleo de un billete, al sonido de una moneda al caer al piso... - El llanto nubló mis palabras.

-Grrrrrrrrr harfharf grrrr harf

-Así es. Te cuento. ¡Ay esta angustia, este desdoro que me abruma impidiéndome hablar! Haré un esfuerzo.

Iba tu soberana con la hetaira de Faffie, sí la esposa de la primera gobernadora femenina de nuestro estado. Iba, te contaba, cuando de pronto sentimos que la calle se volvía un antro.

-¿Acaso será que, ay, por fin nos estallaron esas pildoritas con que nos obsequió ese productor de tvcuatro?- Preguntele a ella que abrazaba a un mezquite al que llamaba mi amor.

La calle se volvía un antro, creímos. Pero la música confundida con technoelectronoisegrungehouse era en realidad las sirenas de las patrullas a cuyo ritmo tallaba Faffie su flor del placer con el mezquite. Las luces psicodélicas eran las torretas y quienes empezaron a hacer el slam con nosotras, legiones de guardias reales que la emprendieron a macanazos en contra nuestra.

-Ora pinchi vestida, contra la pader, ora sí te llegó tu camote -Así, en singular. Además Faffie había desaparecido. Inmediatamente enseguida, ahí fue cuando perdí la conciencia.

-Grrrrrr harfharfharf grrrrharf grrr

-¿Cómo, entonces ya lo sabías todo?

-Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrharf harf harf harf harf

-¿Y por qué no fuiste a rescatarme entonces, mi fiel fido, mi leal firulais hijo de Firula la Quinta?

-Grrr

-¿Cómo que mi duendecillo, mi amado y afásiso alcalde de Lión se comunicó contigo para decirte que ya había hablado con Cerebro de Vaca y que él sugirió que esperaran a que todo siguiera su curso y que si yo o Faffie teníamos alguna queja fuéramos a asuntos internos de la presidencia municipal a interponer nuestra queja y que si allí no nos hacían caso fuéramos entonces a la procuraduría estatal de derechos humanos para que abrieran un expediente que archivarían en el cesto de la basura?

-Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrharfgrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrharfharrrrrrrf

-¿Cómo que sí? Ay, disculpa, mi dogo fidedigno esta ignorancia, esta desmemoria. Ya ves que soy leonesa. Seguiré al pie de tu ladrido cada indicación. Por cierto, mi recuerdo me traiciona, cuál es tu número de cuenta.

-Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrharf

-Claro, mi vida, el de la platino. Faltaba más.

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